sábado, 1 de noviembre de 2014

EL MARCO PERSONAL DE LA ORIENTACIÓN LABORAL (Mi segunda reflexión individual)

Cursaba yo 2º de Pedagogía cuando cayó en mis manos “La educación encierra un tesoro”, un informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI presidida por Jacques Delors y que había sido publicado tan sólo unos meses antes. 

Dicho informe, entre otras cosas, resaltaba y enfatizaba la necesidad de la formación permanente en un mundo que cambia a una velocidad de vértigo y de manera continuada. Además, establecía cuatro pilares en los que debería basarse la educación a lo largo de la vida: 
“aprender a conocer”, “aprender a hacer”, “aprender a vivir juntos/as” y “aprender a ser”,
pilares que posteriormente supusieron el germen de las competencias básicas de la legislación educativa de numerosos países. 

Fuente: Portal "Programa Infancia" del Gobierno de Canarias
 
A día de hoy, casi veinte años después, decimos que una persona es competente cuando demuestra en la acción que:
“sabe”, “sabe hacer”, “sabe estar” y “sabe ser”.
Hablamos aquí, pues, de actuar con competencia. Esto es algo que siempre me ha “preocupado”, en primera persona y, por supuesto, también a nivel corporativo. Tanto es así que en mi primera entrada individual en este blog lo que subyace es, justamente, mi inquietud al respecto de la competencia de acción de las y los profesionales de la orientación laboral desde esa perspectiva dinámica e integradora que hemos estado analizando en el tema 6 del presente curso, competencia de acción que implica:
“saber actuar”, “querer actuar” y “poder actuar”.
En la citada entrada, titulada “Marca la diferencia y deja huella”, lo que me cuestiono en concreto es cuáles son esos otros aspectos que, a mayores de los aspectos técnicos y metodológicos (competencia técnica –saber- y competencia metodológica –saber hacer-), ha de tener, desarrollar y poner en práctica un/a orientador/a laboral para “dejar huella” o, como diría Echevarría, que añaden ese especial “sabor” que caracteriza a las y los mejores profesionales.

Mi respuesta, en forma de nube de etiquetas, incluye los siguientes conceptos relacionados con competencias participativas –saber estar- y competencias personales –saber ser-, muchos de los cuales han tenido especial protagonismo en los posteriores temas 7 y 8:  
adaptabilidad, amabilidad, asertividad, autoconfianza, autocontrol, comunicación, compromiso, confiabilidad, cooperación, empatía, flexibilidad, liderazgo, negociación, organización, paciencia, proactividad, resistencia a la frustración, responsabilidad, positivismo, trabajo en equipo, sensibilidad social y vocación.
Por otro lado y respecto a las competencias digitales, abordadas en los temas 9 y 10, poco tengo que decir al respecto, salvo que considero que a día de hoy ya deberían formar parte de nuestro perfil competencial profesional. Personalmente no concibo el perfil de un/a profesional de la orientación laboral sin la correspondiente adaptación a la realidad 2.0, independientemente de si lo han hecho todas, ninguna, pocas o muchas de sus personas usuarias:
nuestras competencias digitales, como consecuencia de la propia labor orientadora que efectuamos, afectan siempre directamente a las personas que orientamos.

Fuente: educaLAB
   
Y es que, como apuntaba el Informe Delors, informe con el que abrí esta reflexión y ahora concluyo, es imprescindible concebir la educación como un proceso que abarca todos y cada uno de los medios que permiten a una persona adquirir un conocimiento dinámico del mundo, de las demás personas y de sí misma, lo que implica combinar con flexibilidad los cuatro aprendizajes o "pilares del saber" sin limitarse a una etapa de la vida o a un solo lugar.

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