Cursaba yo 2º de Pedagogía cuando cayó en mis manos “La educación encierra un tesoro”, un informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI presidida por Jacques Delors y que había sido publicado tan sólo unos meses antes.
Dicho informe, entre otras cosas, resaltaba y enfatizaba la necesidad de la formación permanente en un mundo que cambia a una velocidad de vértigo y de manera continuada. Además, establecía cuatro pilares en los que debería basarse la educación a lo largo de la vida:
“aprender a conocer”, “aprender a hacer”, “aprender a vivir juntos/as” y “aprender a ser”,
pilares que posteriormente supusieron el germen de las competencias básicas de la legislación educativa de numerosos países.
Fuente: Portal "Programa Infancia" del Gobierno de Canarias |
A día de hoy, casi veinte años después, decimos que una persona es competente cuando demuestra en la acción que:
“sabe”, “sabe hacer”, “sabe estar” y “sabe ser”.
Hablamos aquí, pues, de actuar con competencia. Esto es algo que siempre me ha “preocupado”, en primera persona y, por supuesto, también a nivel corporativo. Tanto es así que en mi primera entrada individual en este blog lo que subyace es, justamente, mi inquietud al respecto de la competencia de acción de las y los profesionales de la orientación laboral desde esa perspectiva dinámica e integradora que hemos estado analizando en el tema 6 del presente curso, competencia de acción que implica:
“saber actuar”, “querer actuar” y “poder actuar”.
En la citada entrada, titulada “Marca la diferencia y deja huella”, lo que me cuestiono en concreto es cuáles son esos otros aspectos que, a mayores de los aspectos técnicos y metodológicos (competencia técnica –saber- y competencia metodológica –saber hacer-), ha de tener, desarrollar y poner en práctica un/a orientador/a laboral para “dejar huella” o, como diría Echevarría, que añaden ese especial “sabor” que caracteriza a las y los mejores profesionales.
Mi respuesta, en forma de nube de etiquetas, incluye los siguientes conceptos relacionados con competencias participativas –saber estar- y competencias personales –saber ser-, muchos de los cuales han tenido especial protagonismo en los posteriores temas 7 y 8:
adaptabilidad, amabilidad, asertividad, autoconfianza, autocontrol, comunicación, compromiso, confiabilidad, cooperación, empatía, flexibilidad, liderazgo, negociación, organización, paciencia, proactividad, resistencia a la frustración, responsabilidad, positivismo, trabajo en equipo, sensibilidad social y vocación.Por otro lado y respecto a las competencias digitales, abordadas en los temas 9 y 10, poco tengo que decir al respecto, salvo que considero que a día de hoy ya deberían formar parte de nuestro perfil competencial profesional. Personalmente no concibo el perfil de un/a profesional de la orientación laboral sin la correspondiente adaptación a la realidad 2.0, independientemente de si lo han hecho todas, ninguna, pocas o muchas de sus personas usuarias:
nuestras competencias digitales, como consecuencia de la propia labor orientadora que efectuamos, afectan siempre directamente a las personas que orientamos.
Fuente: educaLAB |
Y es que, como apuntaba el Informe Delors, informe con el que abrí esta reflexión y ahora concluyo, es imprescindible concebir la educación como un proceso que abarca todos y cada uno de los medios que permiten a una persona adquirir un conocimiento dinámico del mundo, de las demás personas y de sí misma, lo que implica combinar con flexibilidad los cuatro aprendizajes o "pilares del saber" sin limitarse a una etapa de la vida o a un solo lugar.
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